¿Aún no lo has probado?
Muchas personas al pensar en tomar polen carraspean…y es porque están pensando en el polen seco de textura harinosa y sabor difuso que se vende en las tiendas de alimentación. ¡¡¡Nada que ver con el fresco!!!
El polen fresco se recoge de las colmenas, se limpia con mucho cuidado manualmente retirando impurezas (alguna patita, ala, hormigas curiosas…), si se va a tomar en un plazo muy corto se mete en botes y se refrigera y si se quiere conservar más tiempo se congela. Y así, o bien del frigorífico o del congelador, se puede tomar directamente ¡es una explosión de sabor floral en la boca! ¡una maravilla! Si se quiere, se puede mezclar con yogur o con zumos, pero no es necesario, tomándolo solo está buenísimo.
Además de esto, el polen se compone de proteínas, péptidos y aminoácidos (¡los 22 esenciales!), lípidos (ácidos grasos), compuestos fenólicos, carbohidratos, vitaminas, minerales y glucosinolatos. Estos compuestos le confieren propiedades antioxidantes, antinflamatorias, anticancerígenas, antibacterianas, antifúngicas, etc. (Fuente: José Bernal del Nozal, Universidad de Valladolid).
Para nosotras recoger el polen es muy laborioso, pero para las abejas mucho más. Las “pelotillas” que ellas llevan en sus patas, granos de polen apícola, pesan del orden de un tercio de su peso corporal y están compuestas por millones de unidades de polen lo que supone la visita de hasta 100 flores por vuelo de pecoreo ¡mira que son increíblemente trabajadoras!